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‘La pequeña Venecia de Valencia’, un tranquilo destino con aires de Burano

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Venecia es única, pero eso no quiere decir que a lo largo y ancho del mundo no haya imitaciones más o menos logradas. Existen lugares mucho más modestos, y también bastante más modernos, que de un modo u otro recuerdan a la ciudad de los canales. Uno de esos rincones se esconde en el corazón de la costa levantina. Es Port Saplaya, más conocida como ‘la pequeña Venecia de Valencia’. Su sobrenombre ya da idea de que estamos ante uno de los rincones más singulares del litoral Mediterráneo español.

Port Saplaya nació de la mano de ese urbanismo desaforado de los años 70, el mismo que sembró la costa española de rascacielos, de infinitas aberraciones urbanísticas y de algunas zonas residenciales a medio camino entre lo atípico y lo pretencioso. 50 años después de su construcción, la Venecia valenciana, con sus canales y sus alegres fachadas, sigue generando opiniones encontradas.

port saplaya
Port Saplaya desde las alturas. | Shutterstock

Canales venecianos y fachadas de Burano

Port Saplaya pertenece al municipio de Alboraya. Situado a apenas 10 kilómetros del centro de Valencia, se concibió, más que como barrio residencial, como un pequeño edén. Su puerto interior se abre al mar, pero entre los edificios se ramifica y crea un entramado de canales que evoca a la ciudad italiana.

Las construcciones que a esos canales se asoman no son palacios ni casas señoriales. Pero quién puede negar que tener la posibilidad de llegar a casa en una pequeña embarcación y contar con un amarre prácticamente en la puerta es un verdadero lujo. No es la Venecia auténtica, tal vez se aleje de ella, y no solo geográficamente, pero Port Saplaya tiene un encanto difícil de encontrar en otros masificados destinos de sol y playa.

Port Saplaya
Las coloridas fachadas de Port Saplaya recuerdan a la isla italiana de Burano, vecina de Venecia. | Shutterstock

Eso sí. Si bien los canales de este municipio recuerdan a la elegante Serenísima, las fachadas de las casas se asemejan más a la vecina y alegre Burano, donde los edificios están pintados de llamativas tonalidades para que, cuentan las leyendas, los pescadores puedan encontrar su hogar los días de niebla.

Así, amarillos, ocres, verdes y azules se entremezclan en las fachadas de Port Saplaya, donde no hay niebla, pero sí mucho sol. Un sol que potencia esos colores y que hace que se reflejen en el agua de los canales para crear una postal casi mágica. Es una de esas imágenes que invitan a soñar con destinos lejanos, sin saber que a veces están mucho más cerca de lo que podamos pensar.

Port Saplaya, ‘la Venecia de Valencia’ ajena a las masificaciones

Lo cierto es que esa Venecia de Valencia es una especie de cóctel de resultado sorprendente. Por un lado, esa luz y esa calidez del Mediterráneo. Por otro, un urbanismo donde el agua es la gran protagonista. Y, finalmente, un poco de la calma de esos lugares ajenos al turismo de masas. Tal vez por eso, Port Saplaya no es un destino más de vacaciones en la costa levantina. Es diferente.

Hoy Port Saplaya tiene una población estable de cierta relevancia. Aquella urbanización que se concibió como área de segundas residencias se ha convertido en lugar de retiro y hogar permanente. Porque las horas pasan aquí más despacio y el estrés no tiene cabida. Su paseo marítimo invita a caminar con calma mientras uno se deja acariciar por la brisa del Mediterráneo. En ese camino se descubren callejuelas peatonales que parecen esconderse de los canales y también cálidas terrazas donde olvidarse de todo lo que no sea disfrutar.

playa Port Saplaya
Una de las grandes playas de ‘la pequeña Venecia de Valencia’. | Shutterstock

Pero más allá de sus canales y de esa estampa idílica que se admira ya de lejos, Port Saplaya tiene otros tesoros para el disfrute y regocijo de los residentes. También de aquellos que llegan a esta Venecia española atraídos solo por la curiosidad o por las ganas de disfrutar de las aguas del Mediterráneo.

Ese tesoro son sus dos playas, ambas anchas, muy anchas, de arenas finas y doradas. Suman en total un kilómetro de arenal y están divididas por el canal de entrada al puerto. Y en eso gana la Venecia valenciana a su hermana mayor, porque aquí se puede tener un pie en los canales y otro refrescándose en las aguas del Mediterráneo.