8 razones por las que Burdeos es la escapada de fin de semana perfecta

Disfrutona, interesante, cómoda, culta, bella: vas a caer rendido a los pies de esta ciudad

Bienvenidos a la escapada urbana de fin de semana perfecta

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Hace unos seis años, durante un roadtrip , mi pareja y yo decidimos parar en Burdeos. ¿La razón? Nos gustaba el nombre. No sabíamos nada de esta ciudad del sur de Francia, que Wikipedia nos dijo que era la capital de Nueva Aquitania.

Eso sí, aparcar y fascinarnos fue todo uno: nos enamoramos de los oscuros bistrós, donde todo el mundo tenía conversaciones interesantísimas; de la intimidad de los bares, donde todo el mundo parecía estar a punto de enamorarse; del arte omnipresente -en aquel momento, por alguna razón, había tomado la calle, y hasta los locales vacíos funcionaban a modo de galería improvisada-; de la vida abierta y agitada que respiraba la ciudad, que reía en la puerta de los cafés, y eso que eran las 11 de la noche. Entonces, nosotros también nos acercamos mucho el uno al otro en las mesas, y frente al vino, a la orilla de las velas, imaginamos un futuro mejor.

Nos prometimos volver, y así lo hicimos. Ahora, después de pasar casi una semana dejándome llevar por sus calles, sé que me enamoré de “la perla de Aquitania” por las razones adecuadas. A la principal, que resume aquella esencia que captamos entonces, de ciudad abierta, de ciudad que bienvive y disfruta, se le suman estos motivos por los que Burdeos es la escapada de fin de semana perfecta :

Indudablemente bella

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2.POR SUS QUESOS

Quizá se podría decir esto de toda Francia , no lo dudo, pero no en toda Francia está la quesería Deruelle . Allí, Ludo -amable, cariñoso como un tío al que hace tiempo que no visitas-, con un par de preguntas, crea para ti la tabla perfecta a partir de un producto artesanal de alta gama que abarca todos los gustos.

Acompáñalo de las baguettes que vende allí mismo, añade quizá un poco de confit y de mermelada, hazte con uno de sus vinos de la tierra y encamínate para un pícnic al Jardin Public de Bordeaux, el parque más grande de la ciudad. O, si prefieres un lugar más secreto -y con más encanto-, pon rumbo al Parc Rivière, un enorme jardín con arboleda ¡y castillo!

Si el tiempo no acompaña -aunque, en Burdeos, de temperaturas suaves, suele hacerlo-, también puedes optar por la versión más elaborada de Deruelle; su restaurante, que combina una exigente profesionalidad con aires generosos y familiares. Pero lo mejor es su cocina: absolutamente todas sus especialidades, basadas en el queso, son exquisitas.

Delicias del restaurante de Deruelle

Deruelle

3.POR SUS VINOS

Esta es bastante obvia, y no sólo porque Burdeos cuente con lo que podría ser el parque mundial de atracciones del vino, es decir, la Cité du Vin -ojo a su arquitectura futurista-; también porque la ciudad lleva siendo referencia internacional de este caldo desde el siglo XVIII. Hoy en día, unos 14.000 productores continúan la venerada tradición, aunándola, como en la propia Cité du Vin, con la tecnología más puntera. Pero lo que te importará a ti en tu visita es esto: vayas donde vayas, sea un café, un restaurante o una discoteca , te servirán buen vino.

4.POR SUS DULCES

Sí, solo estamos hablando del estómago por ahora, pero ¿acaso no habíamos quedado en que era el camino más sencillo para llegar al corazón …? Además, de los postres de Burdeos uno no puede esconderse: sus olores te asaltan en la misma calle, donde es fácil ver a locales haciendo cola para disfrutar de lo que en muchos otros lugares se queda en mera tradición.

Hablamos de sus dulces propios, los cannelés, unos bizcochitos hechos con un molde similar al de un flan y elaborados a base de pasta de huevos, azúcar, leche, harina y mantequilla. Su sabor avainillado, perfumado con ron, cotiza al alza en pastelerías como la famosa Baillardran , aunque los bordeleses se mueren, en realidad, por los de La Toqué Cuivrée .

Los 'cannelés' no son solo para fiestas de guardar: se consumen cada día

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Hay más: las imprescindibles panaderías - Paul es institución-, las “galleterías” - La Trinitaine , con sus especialidades bretonas, es un must-; las múltiples chocolaterías -destaca Jeff de Bruges , con manjares de lo más delicado y La Maison Darricau , en pie desde 1915- y las pastelerías de autor -como Les taquineries de Marie -.

5.POR SU AMOR POR LOS LIBROS

Cuando en una ciudad hay una librería cada cinco calles, es evidente que algo marcha bien. La Machine à Lire y Mollat -la librería independiente más grande de Francia- son enormes y venden todo tipo de novedades, pero las hay de ocasión, con verdaderas gangas en lugar de restos de saldo -estamos hablando de libros de Taschen a mitad de precio-, como es el caso de Quai des livres . Los establecimientos de segunda mano también guardan auténticas joyas; da gusto pasear, por ejemplo, por La Nuit des Rois , que parece más bien la guarida de un sabio extravagante. Por cierto, si no te defiendes en la lengua de Molière, encamínate a Bradley's Bookshop , donde sirven tanto cafés como ejemplares en inglés.

Por si fuera poco, hay también mercadillos de libros al aire libre : el de la Place de la Victoire se celebra cada viernes de 7:00 a 18:00; el de la Place des Grand Hommes, cada miércoles de 9:30 a 19:00; el de Halle des Chartrons, el tercer sábado del mes de 10:00 a 18:00, y el de Bacalan, el último domingo del mes de 9:00 a 17:00 horas.

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6.POR SU CAPACIDAD DE REINVENTARSE

De 1947 a 1995, Burdeos tuvo un mismo alcalde: Jaques Chaban-Delmas -ex primer ministro de Francia-. Las malas lenguas lo culpan de la decadencia de una urbe a la que hoy, sin embargo, muchos llaman “el pequeño París”. Alain Juppé -que ostentó también el cargo ministerial- comanda desde entonces la ciudad, y a él agradecen otros muchos tanto su revitalización como el nuevo apodo. Sacar los coches del centro -es una ciudad que se camina cómodamente a pie-, implementar el tranvía -moderno, conveniente y silencioso- y convertir su mítica Plaza de la Bolsa en Patrimonio de la Humanidad con el “sencillo” gesto de implementar en ella el espejo de agua más grande del mundo, son algunos de los logros por los que hoy el turista debe estarle agradecido (y el ** instagramer **, más) .

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No obstante, pareciera que toda la ciudad lleva el gen de la reinvención en sus entrañas. Lo demuestran espacios como la Halle Boca , un antiguo matadero que hoy es un mercado gastronómico, o Les Vivres de l’Art, otro matadero más, esta vez reconvertido en un proyecto de arte con residencias, exposiciones, talleres, conciertos y fiestas, liderado por el escultor Jean-François Buisson.

También asombra Darwin , o lo que es lo mismo, la reconversión de edificios militares en enormes conjunto de oficinas donde conviven start-ups tecnológicas, consultores , talleres de artistas y diseñadores y agencias creativas. Posee además un gran supermercado ecológico, un enorme y acogedor restaurante -con máquinas recretativas de coleccionista y una divertida zona para niños-, un gigantesco skate park interior y otro exterior más pequeño, espacio para espectáculos y una zona exterior también de lo más instagrameable rehabilitada a base de muebles recuperados, graffitis y hogueras.

Noches diferentes en Darwin

Magasin Général

Más allá de esta revitalizada orilla del Garonne, el río que atraviesa la ciudad, hay más. Por ejemplo, Le Garage Moderne , un taller de coches asociativo que sería el background perfecto para un anuncio de moda gracias a su decoración y sus modelos antiguos. Además, cuenta con una bonita cafetería y organiza charlas, conciertos, saraos y verbenas imprescindibles. Más todavía: la Base sous-marine , una base submarina nazi que hoy es un impresionante centro de arte contemporáneo de suelo acuático.

Y, sobre todo, está el Café Utopia , una antigua iglesia del siglo XIV reconvertida en cine y cafetería, donde es fácil ver a locales haciendo cola a las cuatro de la tarde para ver cine de arte y ensayo, mientras otros leen el periódico y toman tostadas y ensalada o café au lait. Si una ciudad así no te da ganas de quedarte a vivir en ella , yo ya no sé.

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Por cierto: los precios de Burdeos no son prohibitivos. Incluso resultan de lo más asequible si paseas por Quai des Marques , otra reconversión. En este caso, se trata de hangares a la vera del río convertidos hoy en una interminable sucesión de tiendas outlet de grandes marcas. También hay cafeterías y restaurantes para amenizar la jornada de consumo, así como un más que recomendable Museo de las Ciencias -especialmente pensado para los niños, que acuden a centenares los fines de semana-.

Si vas en domingo, además, te encontrarás con el Marché des Quais, un mercado de comestibles de cercanía de lo más apetitoso, donde harás cola junto a los locales para probar delicias de la tierra, el mar y el aire. Está abierto de 7:00 a 13:00, aunque si vas hasta entre las 13:00 y las 15:00, encontrarás todavía abiertos los stands de restauración y algunos puestos artesanales.

8.PORQUE LOS BORDELESES TIENEN MUY BUEN GUSTO

Es así. Lo notarás paseando, cuando los presumidos escaparates de floristerías, joyerías y creperías te hagan pegar la nariz contra el cristal cada pocos pasos; cuando las bellas fachadas de la alameda de Tourny, la Place Rohan, la catedral de Saint-André o las basílicas de Saint-Michel y Saint Seurin te traigan ecos de la magnificencia de la capital francesa.

Burdeos: cómoda, paseable y bella

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Ningún edificio nubla la vista; Burdeos está construida para dejarle hueco al aire, para respetar al que camina y vive en residencias como el 9 de la preciosa, céntrica y siempre animada place du Parlament. Allí, Alice Henry ha creado, en lo que fue un inmueble del siglo XVII abandonado durante décadas, tres apartamentos a la forma francesa: cómodos, únicos y très chic. Ella misma ha decorado cada uno de los espacios, y en todos ofrece un servicio propio de un cinco estrellas: se puede contratar el desayuno, ofrecen servicio de limpieza diaria, de concierge y hasta de chófer. Y el minibar está surtido con el mejor vino y champán de la zona. Imagina vivir como un bordelés sin renunciar a los lujos de un hotel: eso es Villa Reale .

El lujo de la privacidad de este alojamiento se deja sentir desde la llegada, donde nadie te espera; unos códigos, enviados a tu mail, son los que te garantizan la entrada a las centenarias paredes de roca, al dramático patio interior. Si necesitas cualquier cosa -¿un tour por las mejores vinotecas ? ¿Entradas para el teatro ? ¿Saber cuando sale el tren ?- basta con levantar el teléfono.

Cada suite de VillaReale cuenta con salón, cocina y varios baños y habitaciones

VillaReale

Sin embargo, si eres de los que adoran hacer una gran entrada, otra fachada de lo más francesa seguro llamará tu atención: la del InterContinental Bordeaux - Le Grand Hotel , una gigantesca casa señorial construida en 1789 en el mismísimo corazón de Burdeos, la Place de la Comédie. Ocupa toda la manzana, y a su alrededor, nada más que espacio: un espacio gigantesco para admirar desde lejos las 130 habitaciones, que incluyen 44 grandes suites, todas decoradas con suntuosas telas y obras de arte. Y, enfrente, el colosal edificio de la ópera que inspiró la creación de la de París, diseñado, como el propio hotel, por el galardonado arquitecto Victor Louis en 1780.

Aunque ¿por qué no entrar? Lo hacen constantemente los bordeleses para cenar en su coqueto bistró, Le Bordeaux Gordon Ramsay , y para celebrar en Le Pressoir d’Argent , su restaurante dos estrellas Michelin. Ambos están comandados, es fácil adivinarlo, por el famoso chef Gordon Ramsay, que hace del producto de proximidad y la creatividad su marca, y basta llenar los pulmones de delicados aromas nada más entrar a la sala para entender por qué es un constante favorito de crítica y público. (Aquí un capricho confesable: pedir que te suban su mítica tarta de limón, un clásico bordelés, a la habitación) .

El InterContinental Bordeaux desde la ópera de Burdeos; ambos edificos son del mismo autor

InterContinental Bordeaux - Le Grand Hotel

Pero además de para probar la cocina del extraordinario chef, tú también querrás cruzar las espléndidas puertas del gran hotel cuando sepas que el majestuoso edificio, de techos altísimos y decoración dieciochesca, ha sido galardonado en 2018 con el premio al mejor hotel de Francia en los célebres World Travel Awards , los “Oscar” del turismo. Las razones son innumerables, pero no se nos puede pasar por alto su spa Les Bains de Léa, en la última planta, con vistas a los tejados de la ciudad, tratamientos a base de productos de Nuxe que son un auténtico viaje sensorial y una piscina interior propia de la mansión de un patricio. Aunque ¿cómo olvidar del intenso placer de tomar la penúltima en su elegante bar de estilo inglés, L’Orangerie ? ¿Y de despedir el día en su rooftop, donde tienen lugar las noches más inolvidables de la ciudad…?

Estas serán las vistas desde tu ventana

InterContinental Bordeaux - Le Grand Hotel

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