Howth, el paraíso costero a las afueras de Dublín

El capricho de los mares de Irlanda está a 20 minutos de la capital

Faro de Baily, en Howth

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Hoy no cruzaremos la isla en busca de acantilados , tampoco ** iremos al norte ** a explorar los paisajes verdes ni ** viajaremos al sur ** a descubrir la esencia marinera. Lo tenemos todo aquí al lado de Dublín .

El viento sopla con fuerza desde los espigones del puerto, disipa las nubes y nos brinda el aroma más puro del Mar de Irlanda. Unos barcos de pesca entran y otros salen mientras bandadas de ruidosas gaviotas siguen su rastro. Cuentan que aquí no es difícil ver focas deambulando entre los pantalanes, pero hoy no íbamos a tener tanta suerte.

Desde el faro, situado al final del rompeolas, nuestra mirada la acapara el islote bautizado como el Ojo de Irlanda justo delante, y justo detrás, la silueta de este puerto pesquero que domina la península acantilada en el extremo norte de la Bahía de Dublín . Tranquilo y dinámico a la vez, turístico y auténtico, muy cerca y muy lejos de Dublín. Hablamos de Howth, uno de esos pueblitos marineros que enamoran sin quererlo.

DE URBANITA A MARINERO

Una de las mejores cosas que tiene Dublín es lo fácil que es escapar de ella. Desde el centro de la ciudad, el tren DART (3,05 euros) nos transporta en apenas 20 minutos de la atmósfera urbanita a nuestro chute de espíritu marinero. Ya casi podemos oler el salitre.

Como media Irlanda, la historia de Howth está escrita con hacha vikinga. En 819, los nórdicos invadirían y dominarían esta ínsula, hoy península, hasta el siglo XII, cuando los anglo-normandos tomaron su feudal relevo. El emplazamiento fue un importante puerto comercial hasta el siglo XIV. Desde entonces, se ha ido transformando en el coqueto pueblo pesquero que nos encontramos hoy nada más bajar del tren. Y así queremos que se quede.

Howth enamora sin quererlo

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Howth (8.000 habitantes) es famoso en toda Irlanda por su pescado y por su marisco fresco, por ese ambiente tranquilo que te atrapa y por las rutas costeras que te obligan a escapar hacia sus acantilados y que son aptas para todo tipo de piernas. En resumen, el paraíso costero de los dubliners.

TRASIEGO PORTUARIO

Desde la estación de tren salimos prácticamente directos al puerto. Los veleros y pesqueros se acumulan en la dársena y las casas coloridas en las calles empinadas de la colina que la protege. Paseamos hasta el final del West Pier entre ilustres restaurantes donde entran sin parar cargamentos de marisco y pescados recién traídos del mar. Nos tomamos nuestro tiempo para admirar la isla del Ojo de Irlanda (Ireland´s Eye) , un santuario de aves marinas que se puede visitar en barco (desde 20 euros) , mientras nos deleitamos con el trasiego marinero del muelle.

En el mismo, encontramos en la oficina de turismo de Howth el mejor lugar para ponerse en situación y para planear las rutas de senderismo. Para darse cuenta de que aquí todo va a otro ritmo, lo mejor será perderse por sus calles en cuesta y curiosear por sus tabernas tradicionales, sus cafés y sus cuidadas tiendas de alimentación, artesanía o artículos navales. En nuestra búsqueda de las mejores vistas del puerto, descubrimos lugares como las ruinas de la iglesia de Santa María (s. VI) rodeadas por un pequeño cementerio, y la Torre Martello, que custodia el fondeadero desde el cerro y que alberga un museo sobre la radio.

UNA PENÍNSULA Y CUATRO RUTAS

Howth Head es una península con forma rechoncha situada 15 kilómetros al noreste de Dublín. Su contorno está esculpido por acantilados de hasta cien metros de altura y largas playas de arena, mientras que su interior verde está dominado por el Howth Summit (171 metros) , una colina rodeada por páramos de brezo y aulaga donde los capitalinos van a desahogarse en su s idílicos campos de golf con vistas al mar.

Trasiego portuario

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**El camino del acantilado (Cliff Path Loop) , el del tranvía (Tramline Loop) , el Black Linn o el del pantano de las ranas (Bog of the Frogs Loop) **. Son cuatro las rutas que empiezan y terminan en la estación de tren para explorar este paisaje. De menor a mayor dificultad, contentarán tanto a domingueros como a hikers por sus recorridos por la escarpada línea costera de entre una hora y media y tres horas de duración, de seis a 12 kilómetros de longitud y desniveles de hasta 240 metros. No supondrá ningún reto técnico, pero sí ganas de lanzarse a los senderos, respirar un poco de aire puro y fundirse con este entorno protegido como parte de un Área Especial de Conservación de 2,3 kilómetros cuadrados.

Si aún tienes dudas, imagina subir hasta la punta del precipicio Nose of Howth justo antes de perder de vista el puerto y continuar por caminos de tierra que se abren paso entre matorrales para bordear acantilados verticales. Al norte se divisa a lo lejos la isla de Lambay y al sur el faro de Baily, emplazado en un estrecho cabo desde donde guía a los navíos hacia la ensenada desde 1814. La senda continúa hacia la cima de Howth para ofrecernos las mejores panorámicas de la bahía de Dublín y el condado de Wicklow al fondo.

De vuelta al pueblo y antes de perdernos en las tentaciones del mar, nos detendremos en el ** Castillo de Howth ,** escondido junto a la entrada. Sus orígenes se remontan a 1235, y su propiedad, a la familia Gaisford-St Lawrences desde hace 800 años. Aunque no sea el de Neuschwanstein , bien merece una pequeña visita, aunque solo sea para admirar sus jardines circundantes, las ruinas de la abadía de Santa María (1.042) y del castillo de Corr (s. VI) o el dolmen conocido como la tumba de Aidenn. El castillo de Howth está abierto al público para visitas guiadas los meses de verano (20 euros) y alberga la escuela de cocina Kitchen in the Castle.

Uno de los senderos de Howth

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WEST PIER, MARISCO Y ACCIÓN

Quien no venga a Howth por el senderismo vendrá por el marisco, y el que solo venga por el senderismo también sucumbirá a los tesoros del Atlántico, tal cual.

Al mediodía, el West Pier se convierte en el punto más vital de Howth. A un lado, barcos de pesca, y a otro lado, restaurantes, pescaderías, mercados y marisquerías en total comunión. Eso se ve, se huele y se saborea. Por si faltaban alicientes, en unas ocasiones, se escucha música en vivo en la calle, y en otras, a las focas grises pidiendo su almuerzo a marineros y turistas. El viajero deberá tomar la dura decisión de escoger entre los múltiples restaurantes y locales que rinden pleitesía a los mares de Irlanda con sus pescados y mariscos frescos. Aquí van algunas ideas.

Empieza con un seafood chowder, un delicioso estofado de pescado ideal para los días ventosos o lluviosos; busca en mercados gourmet como el de Beschoffs las mejores ostras y gambas para tomártelas ahí mismo, en la barra; prueba el bacalao en The Brass Monkey, el salmón en The Oar House , la raya en el Aqua o el fish “n” chips en cualquiera. Deep , Octopussy´s , Crabby Jo´s ... en estas marisquerías han conseguido elevar al máximo el concepto de este clásico del british fast food. Por supuesto, quien viene aquí lo hace por el marisco y el pescado a la brasa, donde se toma de todas las maneras posibles: en tapas, en refinadas composiciones o para llevar y comértelo en una terraza al sol.

Antes de tomar el DART y volver a Dublín, acércate al Howth Market para comprar artesanía irlandesa, joyas hechas a mano, antigüedades o cualquier alimento orgánico o comida internacional que se te ocurra. Si te cae la noche, piensa en pubs como The Abbey Tavern y The Bloody Stream y en una excusa perfecta para deleitarte con actuaciones, música vivo y unas buenas pintas para despedirte de ** tu nuevo pueblo favorito de Irlanda .**