Así era la Marbella de antes de Gil

El estreno de 'El Pionero' cuenta la llegada del alcalde a la ciudad, pero ¿cómo era, antes de aquello, esta meca de la 'jet set' internacional?

La playa del mítico Marbella Club

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La evolución de Marbella, de pueblo agricultor a refugio de príncipes y princesas, tiene, para muchos, un halo romántico. Casi es posible novelar la llegada a aquel edén de Ricardo Soriano, “excéntrico aristócrata y playboy” -la cita es del hotel Marbella Club - que se enamoró de su costa virgen sin tan siquiera verla, seducido por las palabras de un terrateniente que lo tentó con los encantos de la vida mediterránea.

Aquello fue antes, mucho antes de la llegada de Gil. El alcalde de Marbella desde 1991 a 2002 está hoy, 14 años después de su muerte, inesperadamente ‘de moda’. ¿La razón?: El estreno de El Pionero, un documental de HBO que gira en torno a su controvertida figura y que se estrenará en la plataforma el 7 de julio. Pero ¿cómo era la meca de la jet set antes de que Gil llegara?

“MARBELLA NO ERA NADA HASTA QUE GIL LLEGÓ”

“Sin ningún tipo de fundamento histórico, ha sido excesivamente habitual escuchar en las últimas décadas que Marbella, hasta fecha reciente, sólo se había caracterizado por ser un coqueto y pequeño pueblo de pescadores. Los gilistas evocaban, cada vez que podían, esta falsa imagen que bascula, sin duda, entre un lirismo romanticón y desmedido sobre la vida marinera y un manifiesto afán por desprestigiar el pasado de la ciudad en base a la engañosa suposición que vincula la pesca con la pobreza, la marginalidad, el analfabetismo y la escasez cultural”.

Quien así habla es Curro Machuca, historiador marbellí muy crítico con la gestión de Gil que desmiente el cliché de que “Marbella no era nada hasta que Gil llegó”. “Existe, en directa relación con el tópico anterior, otro todavía más perverso: si Marbella se conoce, si hay algo de interés turístico en esta ciudad, es todo gracias a la apuesta desinteresada que Jesús Gil hizo por ella. Se dejó su tiempo, su dinero y todas sus fuerzas a cambio de nada”.

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Aunque, tal y como el propio Machuca reconoce, es cierto que, hasta mediados de la década de los cincuenta, Marbella era un pueblo agricultor con escasa población, fue la irrupción del turismo -que en poco tiempo acabó convirtiéndose en la principal actividad económica de la ciudad- lo que transformó radicalmente su aspecto. Y aquello ocurrió muchas décadas antes de que Gil pusiera siquiera sus ojos en la Costa del Sol.

Volvamos, pues, al inicio. A la historia de Ricardo Soriano, marqués de Ivanrey, que, ya en 1947, compró en terreno marbellí una finca, El Rodeo, que convirtió en moderno establecimiento hotelero. El mismo recibía, sobre todo, a los viajeros franceses que paraban en sus viajes a Marruecos, pero también, claro, a otros amigos y familiares del noble, que pronto se dejaron seducir por la belleza de aquella tierra siempre soleada, en cuya orilla se acariciaban los bosques y el mar.

Uno de ellos fue el príncipe alemán Max, primo de Soriano, que quedó prendado del paradisíaco enclave de una antigua finca y se hizo con ella. “Aunque su padre, el príncipe Max, se conformó con sentarse bajo los pinos y comer pescado fresco y marisco, el joven príncipe Alfonso tenía planes más ambiciosos para el refugio mediterráneo de su familia”, explican de nuevo desde Marbella Club, el hotel más longevo de la zona, llamado a cambiar la forma de vida de aquel pueblo costero para siempre.

Las 20 habitaciones de aquella finca familiar se abrieron a los viajeros en 1954. “En aquella época, la vida en la Costa del Sol era sencilla, agradable, barata y fácil”, recuerdan desde el hotel. Poco después, en 1957, el conde Rudi, primo del príncipe, se hizo con el título de subgerente del alojamiento: "Cada semana dábamos, al menos, tres fiestas: una búsqueda del tesoro, fiesta de disfraces en la playa… Siempre había algún evento", explica.

El príncipe Alfonso de Hohenlohe

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En aquellas celebraciones era sencillo encontrarse con aristócratas y monarcas, un efecto que se multiplicó cuando, Juan de Borbón, conde de Barcelona y padre de Juan Carlos, “amarró su yate frente a la costa, provocando que la alta sociedad española acudiera a rendirle pleitesía”, tal y como relatan desde Marbella Club.

Pero no sólo la jet set internacional visitaba el hotel: también los vecinos -pudientes- que quisieran realizar alguna llamada telefónica. “Había muy pocos teléfonos disponibles y sólo había dos líneas en toda la costa, desde Algeciras a Málaga, y uno dependía de la amabilidad y eficiencia del operador de la ciudad a que realizaba la conexión a una de esas dos líneas cuando estuvieran disponibles. Sabiendo esto, no se van a sorprender cuando les diga que, para lograr establecer una conexión a Málaga, se demoraba entre una y dos horas, y para conectar con Madrid o cualquier otra capital europea, entre cuatro y seis. De esta manera, el cliente disponía de suficiente tiempo para darse un baño, jugar al tenis, almorzar o jugar una partida de rubber bridge mientras esperaba la conexión, y por ello, había un ambiente muy animado en el Club (además de ingresos extra) ”. Lo explica el ya mencionado Conde Rudi, que escribe sobre los inicios de su hotel para Panorama , la agencia inmobiliaria mas antigua de Marbella.

El Hotel San Nicolás, del también aristócrata Carlos de Salamanca, abrió asimismo en 1957. Otro establecimiento mítico, el Puente Romano, sería inaugurado poco después, en 1974. “El crecimiento turístico fue tan rápido que Marbella, en el año 1964, contaba ya con 16 hoteles, además de múltiples residencias, hostales y apartamentos, en número superior a cuarenta”, relata el experto en historia.

El Marbella Club, pionero en la hostelería marbellí

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“Muchas de las más destacadas familias europeas, a la vez, también adquirieron una residencia para pasar largas temporadas en el municipio marbellí –por ejemplo, destacan el escritor Edgar Neville, los Thyssen-Bornemisza, la familia Bismarck o Jaime de Mora y Aragón –, lo que terminó por convertir a Marbella, con su clima templado, sus costas casi vírgenes, sus cañaverales y sus bosques de pinos, a veces incluso junto al mar, en uno de los principales destinos turísticos de la alta sociedad internacional, cuyos miembros, ante todo buscaban exclusividad, intimidad, discreción y tranquilidad”, apunta también.

“Marbella, queda claro, no apostó nunca por el modelo turístico que se implantó en lugares como Benidorm , Islas Canarias o Torremolinos , cosa que Jesús Gil y Gil, cuando llegó años después, sabía muy bien. Posiblemente, no hubiera arribado a estas tierras, buscando hacer fortuna como promotor inmobiliario, si el tejido económico de Marbella hubiese sido otro”, avisa. Pero todavía no hemos llegado a esa parte de la historia.

Digamos, por ahora, que, motivada por la fuerza del turismo, Marbella pasó de poco más de 10.000 habitantes en 1950 a 80.600 en 1991, un aumento del 703,82% promovido, sobre todo, por inmigrantes del interior andaluz que cambiaban las azadas por empleos en la hostelería.

“A la par del boom turístico, la complejidad socioeconómica del municipio iba en aumento”, analiza Machuca. “No sólo se edificaron, de esta manera, lujosas urbanizaciones residenciales, caso de Nueva Andalucía, Guadalmina o Elviria, sino que también surgieron nuevos barrios para acoger a las familias trabajadoras recién llegadas, lo que acabó reduciendo y desarticulando el tradicional espacio agrícola que circundaba los núcleos de Marbella y San Pedro Alcántara. Es ahora cuando, para solventar el déficit de viviendas, se empiezan a construir más allá de los límites del casco antiguo, a uno y otro lado del arroyo de la Represa, las barriadas del Pilar-Miraflores y la Divina Pastora, conformada por pisos de renta limitada-subvencionada”, explica.

Jaime de Mora y Aragón y su mujer, habituales de Marbella

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Además de dichas urbanizaciones, promocionadas por la misma aristocracia que se quedaba prendada de la belleza marbellí en aquellos primeros hoteles, también se construyó, en 1970, Puerto Banús. Su impulsor, en este caso, fue el catalán José Banús Masdeu, un empresario que, según apunta Machuca, tenía fuertes vínculos con el régimen franquista.

De hecho, el historiador cuenta que también Soriano los tenía: “Si el II marqués de Ivanrey pudo desarrollar todos los proyectos que surgieron de su singular inventiva y su afán aventurero fue porque sus extravagantes aficiones y excesos no fueron nunca objeto de ningún tipo de crítica o censura por parte del opresor y moralista régimen de Franco, que siempre pudo contar con la fortuna del aristócrata y su extensa red de contactos europeos”, escribe en Marbella y la bestia .

MARBELLA A PARTIR DE LOS 70

“Cuando llegamos, Marbella seguía siendo un pequeño pueblo. (...) Todavía se podían ver burros en las calles transportando mercancías y abriéndose paso entre los Seat 600 y los cuadrados Seat 124 Sedan. La carretera general de doble sentido que iba al aeropuerto pasaba por el centro de Fuengirola y Benalmádena Costa y era conocida como la ' Carretera de la Muerte '. En términos generales, las infraestructuras eran deficientes y poco fiables, había cortes de luz casi todos los meses, comprensible cuando la población se había multiplicado dos veces y media en relación con la década anterior”.

Lo cuenta Christopher Clover, fundador de Panorama, que llegó en los 70 a Marbella desde su Estados Unidos natal. “Solo yendo al Marbella Club una o dos veces por semana conocí a la crème de la crème de Marbella, donde hice muchos amigos, que a su vez, me presentaban a sus propios amigos”, recuerda el norteamericano, que fletaba aviones charter desde su tierra para mostrar la villa -por entonces, de menos de 30.000 personas- a paisanos interesados en adquirir una vivienda en ella.

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Sin embargo, pocos años después, el mejor público para las residencias de lujo comenzó a venir de Oriente Medio : “Desde mediados hasta finales de los años 70, vendimos muchas propiedades a la Familia Real Saudí y a otros clientes de Oriente Medio”, afirma Clover.

Eran sonadas, de hecho, las gigantescas comitivas que viajaban con el rey Fahd, monarca de Arabia Saudí. “Derroche. Se ha traído a Marbella un séquito de 3.000 personas, 200 Mercedes, helicópteros, aviones y un ejército de guardaespaldas. La troupe del rey Fahd se gasta al día seis millones de euros (1.000 millones de pesetas) en caprichos. Pero lo que deja en su país resulta estremecedor”, publicaba El Mundo en agosto de 2002.

“Su regreso a Marbella se esperaba como agua de mayo, sobre todo después de la experiencia de su última estancia en la ciudad, verano de 1999, cuando la familia real gastó unos 90 millones de euros (15.000 millones de pesetas) en sólo dos meses. Una propina, considerando que la revista Forbes estima su fortuna en 30.000 millones de dólares. En esta ocasión, su visita y la de sus inseparables petrodólares podría hacer que pasara inadvertido en el plano económico el mediocre año turístico en la ciudad, y en el de los fastos, la escasez de caras famosas”, escribían, a su vez, en El País .

De mano de estas enormes fortunas llegaron otros nombres anónimos para el gran público que comenzaron a hacerse conocidos, como el de Adnan Khashoggi : “Las fiestas de Khashoggi, que podían durar una semana, fueron parte de su estrategia para ser la luz que más brillaba en la noche marbellí y para invertir el dinero de las armas en cultivar lazos de influencia al más alto nivel”, escribía ABC sobre el que llegara a ser el hombre más rico del mundo -que acabaría con su mansión de la costa embargada a mediados de los 80-.

Entonces, ya Gil comenzaba a interesarse por una Marbella aún de renombre -en la que tenían casas Prince, Sean Connery, Antonio Banderas o Lola Flores -, pero con menos caché que aquella de mediados de siglo: “En Marbella, el turismo no dejó de aumentar, pero los años del glamour parecían alejarse cada vez más, como si del peso de una balanza se tratase. Eran los tiempos en que Philippe Junot, exmarido de Carolina de Mónaco, se entregaba a la pista de baile; el compositor Alfonso Santisteban dirigía la televisión local; y Espartaco Santoni, actor y galán venezolano asiduo al papel couché, ocupó el puesto de director del puerto deportivo teniendo bajo su control media docena de establecimientos”, recoge Vainity Fair .

Sean Connery con Diane Cilento en Marbella durante la década de los 60

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"ME HICE ALCALDE PARA DEFENDER MI PATRIMONIO"

“En 1991, un empresario metido a presidente del Atlético de Madrid quiso enladrillar con 5.000 viviendas la ciudad turística más internacional de España. Tenía 20.000 millones de pesetas en pisos sin vender y la mejor opción para hacer caja era aspirar a la Alcaldía. ‘Me hice alcalde para defender mi patrimonio’, se defendía sin rubor”, publicaba El Confidencial .

Su aparición en el escenario político de la ciudad llegó en un momento clave, cuando esta se encontraba afectada por una grave crisis inmobiliaria agravada por el hecho de que la comunidad de jubilados británicos, muy extensa en la zona, huyese en tropel debido a la bajada de las pensiones y el hundimiento de la libra.

“Jesús Gil llegó en un momento crítico de Marbella, en el que la ciudad había comenzado a estar muy descuidada y sucia, y la inversión en infraestructura por los distintos gobiernos municipales había sido casi inexistente, lo que no era suficiente para satisfacer el gran crecimiento que experimentó la población de la ciudad”, argumenta Clover para Traveler.es.

El empresario inmobiliario, que califica de “victoria dulce” la entrada en la alcaldía de Gil, considera que, al principio, el nuevo alcalde y su equipo crearon “un sistema ingenioso" para llevar a cabo obras municipales, "a pesar de que las arcas municipales estaban vacías y no parecían tener medios para la financiación tampoco". El mismo, en sus palabras, se basaba en entregar a las empresas constructoras parcelas municipales a cambio de unidades de construcción como forma de pago, para poder así mejorar el estado "lamentable" de la infraestructura de la ciudad.

Las construcciones marbellíes no siempre han respetado el espíritu de "los pioneros"

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“Esta fórmula funcionó con gran éxito, y en solo tres años, la diferencia fue muy notable. Además, gracias también al carácter divertido de Gil, la huida de turismo había menguado, y Marbella comenzó a ganar fama otra vez con la vuelta de muchas personalidades nacionales e internacionales. Marbella, en los primeros años de Gil, fue verdaderamente la ciudad del show business de los 90 gracias, en gran parte, a sus actuaciones”, recuerda el norteamericano.

“La otra cara de la moneda fue la corrupción que comenzó a surgir, los enormes problemas urbanísticos que resultaron mediante la aprobación de licencias de obra basadas sobre el Plan General de 1998 que nunca se llegó a aprobar… En pocas palabras, los problemas urbanísticos que han afectado y siguen afectando a Marbella de una forma importantísima y que son más que conocidos”, culmina Clover.

Poco queda hoy de "la Marbella de los pioneros", como la llamaba el vecino y periodista Felix Bayón , cuyo trazado lo dictaban todavía "los aristócratas centroeuropeos que se hacían construir recoletas casas andaluzas en las que los árboles eran los guardianes de su intimidad". Seguía la villa creciendo en esa misma dirección antes de que llegara Gil, "bastante descuidada", sí, pero "pausadamente, sin apartarse de los sueños del pionero Ricardo Soriano: urbanizaciones dispersas, arboledas, muchos espacios libres..."

" En la Marbella de Gil, el gusto lo dictan los contrabandistas que se han enriquecido con la caída del muro de Berlín y quieren exhibir los frutos de su rapiña sobreelevando sus casas para que se vea desde bien lejos que son tan ricos como horteras", resumía Bayón sobre el final de aquel cuento de hadas que comenzó en unos pinares con vistas al mar... y ha culminado en un gris paisaje de "amazacotados edificios de apartamentos".

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